¿Por qué mentir? ¿Por qué basar cada venta en el embuste? ¿Por qué estafar sin ápice de ética ni moral? ¿Por qué recurrir sistemáticamente al engaño con gente honrada que, sí o sí, va a contratar el servicio, ya que Internet y el teléfono móvil se han convertido en bienes de primera necesidad en la sociedad actual? ¿Por qué robar impunemente a personas normales?
No siempre que quieres, puedes
“Si quieres, puedes”; “el único límite es el que tú te marques”; “si luchas por algo, lo conseguirás”… palabras, frases, consignas, eslóganes… Mentiras. Falsedades cada vez más extendidas. Falacias que pueblan nuestros muros de Facebook. Trolas motivacionales. Cursis patrañas inoculadas por abrasión. Lugares comunes ajados por youtubers, influencers y demás fauna de Internet.
Marcha Cicloturista Nor3xtrem: valentía u osadía
Hace tres semanas que disputé mi primera marcha cicloturista: la Nor3extrem. Una preciosa ruta que recorre el norte de Extremadura por el valle del Ambroz, el Jerte y La Vera. 90 kilómetros, con 1.840 metros de desnivel positivo, que, con salida y fin en el maravilloso pueblo de Hervás, me llevaron a subir el puerto de Cabezabellosa y el de Honduras. 90.000 metros con un espectacular entorno que invitaba a descansar y disfrutar del paisaje en cada curva. En resumen: 5 horas y 29 minutos encima de la bici.
Con la Iglesia hemos topado
Sé que la frase que titula este artículo no es original. En absoluto. Pero no he encontrado otra que defina mejor lo que quiero comentar. Y más este domingo que culmina la semana en la que, un año más, el omnímodo poder eclesiástico ha vuelto a tomar las calles de este Estado “aconfesional” que es España.
¡A que te meto, maricona! (un sábado cualquiera en la calle Mayor de Zaragoza)
Después de tres sábados consecutivos despertándome a eso de las 6 de la mañana, entendí que debía tomar medidas. Las opciones eran varias: llamar a la Policía, mantenerme en la cama a la espera de que regresara la calma o salir al balcón y “disfrutar” del espectáculo. Tras escasas vueltas a la cabeza me decidí por la última opción: no tenía más pretensión que, al menos, conocer el motivo de esos bramidos propios de animales que cada fin de semana turbaban mi sueño y me dejaban ojiplático sobre la cama a horas intempestivas.