El Salto de Bierge es un espectacular lugar en el que el río Alcanadre, merced a la presa de Bierge, tiene una caída de alrededor de diez metros de altura. El agua discurre por un barranco excavado entre sierras formadas por roca arenisca y conglomerados. Un espacio pintiparado para los amantes de los deportes de aventura y para todo el que quiera descansar y refrescarse. Se encuentra a 41 kilómetros de Huesca y a menos de diez minutos en coche del pueblo homónimo.
Pero lo que tenía que ser un entorno natural cuidado y perfecto para disfrutar de un baño en plena naturaleza, se ha convertido en un nido de macarras y de estúpidos gamberros que se dedican a beber litronas, fumar y comer dentro del agua que, a propósito, es bastante cristalina.
Molestan sobremanera los grupos de amigos que se divierten voceando e intentado llamar la atención con ridículos y estrambóticos saltos de no más de dos metros. Y nosotros** nos preguntamos… ¿En qué momento el ser humano ha dejado de respetar a sus semejantes y, en especial, al medioambiente? ¿Por qué un indefenso pececillo tiene que comer ceniza de un porro o beber cerveza?
Está claro que los “cos” no tienen ningún tipo de cuidado ni respeto y, por si fuera poco, ya se encargan de ocupar todo el espacio desde el que se puede saltar. A ver quién es el chulo que se mete en medio de 30 horteras, cachitas de gimnasio, y que no se quitan las gafas de sol ni para bañarse, para disfrutar del verdadero motivo que te ha llevado hasta allí: deleitarte con la caída de diez metros y con las vistas desde la parte superior de la presa.
Aunque ha quedado más o menos definido cómo es la persona que en este artículo llamamos “co”, no está de más concretar un poco. “Co” es un latiguillo absurdo que utilizan los “chonis” y macarras de medio pelo de Zaragoza para terminar todas y cada una de sus frases. Ejemplos: “¿Qué pasa co?”, “ponme otra co”, “qué fuerte co”, “¿dónde vamos co?”. Una buena amiga nos explicó que esta expresión procede de chico. Sin embargo, se ha degradado hasta el malsonante “co”.
El Salto de Bierge es el lugar en el que más personas de este tipo hemos visto por metro cuadrado. Y os lo dicen dos personas que han vivido en Fuenlabrada (cuna del “chonismo” por antonomasia).
Tampoco faltan las familias que se llevan hasta la olla y comen más que en una boda, aunque estas, al menos, no molestan. Sin embargo, tal despliegue culinario para comer en el campo es más que reseñable. Hoy hemos contado (esto es absolutamente verídico) un grupo de 15 personas con cinco maletas, seis mochilas y tres neveras. De ellas han surgido varios pollos asados, dos bandejas de ensalada, espaguetis boloñesa para los niños, yuca, patatas, aguacates, dos tanques de salsa (una picante y otra no) y una estupenda bandeja de pastas de té. A lo que, por supuesto, hay que sumar una gran variedad de bebidas.
Lo que tendría que ser casi un lugar bucólico, queda completamente destrozado por el ambiente que generan las personas que acuden hasta él. Hay momentos que te da hasta mal rollo estar en plena naturaleza. Eso por no hablar de la mala sangre que te entra cuando ves a un grupo de ignorantes descerebrados bebiendo y fumando en el río como si fuese la piscina de un resort de cinco estrellas.
¿Cómo solucionamos esto? Nosotros lo tenemos claro: pagando. Habrá quien diga que es injusto y que la naturaleza es de todos. Y tienen razón. Pero creemos que sale más rentable pagar dos euros y mantener una zona natural privilegiada como debe estar, que no abonar nada y que con el paso del tiempo acabe completamente destrozada gracias a personas que no saben comportarse ni tienen educación.
Aunque dos euros sea una cantidad ridícula para entrar, estamos seguros de que serviría para mejorar el entorno y haría que muchos de estos personajes no fueran hasta allí. Si tuvieran que pagar se quedarían en la piscina de su pueblo, porque para ellos el único motivo para ir a Bierge es que es gratis. Su minúsculo cerebro no es capaz, ni siquiera, de apreciar una belleza tan obvia como la de este espacio.
Buen ejemplo de que pagar (aunque sea poco) es positivo en algunas ocasiones para preservar el medioambiente son las maravillosas playas de Papagayo en Lanzarote. No están masificadas, están limpias y en ellas se respira tranquilidad, calma y respeto. Algo que en el Salto de Bierge está muy lejos de pasar, “co”.
**Este artículo ha sido realizado con la colaboración de Verónica de Castro
15/07/13 at 9:04
¡Vaya mosqueo que te tienes con los cafres antinaturaleza!. Por desgracia tienes razón y lo que describes no es exclusivo de ese maravilloso paraje que no conozco y que me lo pensaré dos veces antes de visitar.
15/07/13 at 10:41
Carlos, el lugar es precioso y digno de visitarse. Es una pena que haya gente así. De todas formas, merece la pena verlo. Aunque mejor en mayo o junio y un día de diario.
4/09/16 at 20:01
[…] descontrolada… El mobiliario urbano es el primero que sufre las consecuencias. La cantidad de cos crece imparable. Ya no hay vuelta atrás. Va a suceder de nuevo. Tras unos primeros intentos […]
17/04/20 at 7:02
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