Solo 6,3 kilómetros separan las localidades oscenses de Loarre y Aniés. Algo más de 6.000 metros en los que la comarca de la Hoya de Huesca ofrece al viajero dos visitas realmente interesantes: el castillo de Loarre y la ermita de la Virgen de la Peña de Aniés. Emplazamientos, ambos, que merecen verse, visitarse y pasearse.
El primero de ellos, el castillo, data del S.XI. Se considera una de las obras más destacables de las fortificaciones de la península y un importante vestigio del arte románico. El rey Sancho II el Mayor de Navarra mandó iniciar su construcción en el año 1020. Actualmente, casi mil años después, se conserva en inmejorables condiciones.
Para llegar a él hay dos opciones. La más fácil y sencilla (también la menos interesante desde mi punto de vista) es ir en coche. Hay un parking a menos de un kilómetro de la entrada. Pero si vuestra salud todavía lo permite, y las piernas os responden mínimamente, recomiendo ir andando.
Un sendero parte del pueblo de Loarre. Camino en continuo pero sencillo ascenso. Paso a paso se va adquiriendo altura, lo que permite obtener unas impresionantes vistas. Nada desmerecen tampoco las instantáneas del castillo desde la parte de abajo. Imágenes que se disfrutarán en mayor medida si la manera elegida de llegar a la fortaleza es a pie.
También andando se puede ir desde el castillo hasta la ermita. Una vía no demasiado complicada en la que, en todo momento, se puede divisar a la derecha la amalgama de colores que ofrecen los campos de la Hoya de Huesca.
En este caso, de igual forma, se puede alcanzar el templo tanto en coche como andando. Es posible ascender en automóvil prácticamente hasta arriba. Los que elijan esta opción deberán subir luego a pie un camino estrecho que tardarán en recorrer no más de 20 minutos.
No soy un ecologista empedernido. Empero ver como los coches abandonan el asfalto para entrar en un hábitat completamente ajeno a ellos como es la naturaleza, cruzando riachuelos y caminos en los que dejan sus restos en forma de humo y contaminación atmosférica, no es algo que me guste. Por ello, como antes, mejor tirar de piernas.
Desde el pueblo de Aniés se llega a la ermita en algo más de una hora. Esta se emplaza en la cara sur de la sierra Caballera. Los restos más antiguos son del S. XIII aunque ha sido sometida a sucesivas remodelaciones en el XVII y en el XVIII. La iglesia cuenta con destacables capiteles románicos y, a pocos metros de ella, se encuentra la casa del ermitaño o santero.
Las imágenes de la ermita al iniciar el ascenso son espectaculares. Parece imposible que allí, en las alturas, unas personas aprovecharan de manera milimétrica los recovecos de la roca para construir. Impresionantes son también las vistas en el punto más alto. Podremos seguir disfrutando de la Hoya de Huesca en lontananza e, incluso, tendremos un nuevo perfil y perspectiva del castillo de Loarre.
Ambos lugares no tienen la fama que deberían. No son conocidos a la altura de lo que merecen. Aunque quizás, precisamente eso, sea uno de sus atractivos. La masificación brilla por su ausencia y la casi absoluta soledad es la nota predominante. Una mezcla de sensaciones, olores y colores en dos visitas más que recomendables.
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