A lo largo de nuestras vidas se suceden momentos y situaciones que nos hacen sentir orgullosos. En algunos casos pueden tener que ver con logros académicos, laborales, profesionales. En otros muchos es un sentimiento anejo a la realización de un gran esfuerzo físico. Orgullo generado por la consecución de un reto, para el cual has debido llevar el cuerpo al límite de sus fuerzas. Superación. En mi caso fue por terminar la Media Maratón de Babilafuente, la primera de mi vida.
Algo similar experimenté cuando alcancé la cima del Moncayo o la del Tozal de Guara. Pero fue el pasado domingo cuando esa sensación de bienestar alcanzó su máxima expresión.
Llevaba tiempo preparándome. Sabía que estaba listo y que, salvo hecatombe, lograría mi objetivo. Pero esto no fue óbice para que en ese momento me sintiera la persona más feliz del mundo. Soñaba conseguirlo y lo logré. Quería alcanzar esa meta y la sobrepasé.
Y no lo hice solo. No puedo dejar de mencionar a Francisco Dopico Calvo, Luis Ángel Miguel Ronco, Manuel Rodríguez Galán y Sergio Soler Martín. Los otros cuatro valientes que decidieron tomar la salida conmigo en pos de un mismo objetivo. Sin ellos, hubiera sido imposible.
Una prueba de este tipo, como he podido corroborar, conlleva, además de una buena preparación física, un intenso trabajo psicológico. Va más allá del deporte. Vislumbrar objetivos a corto plazo es un buen sistema. No pensar en ese lejano kilómetro 21 hasta el final. Situar imaginarías metas intermedias cada 5.000 metros y sobrepasarlas, una tras otra, hasta comprobar que la siguiente es la definitiva. A partir de ahí, disfrutar. Escuchar los aplausos de la gente y empezar a convencerte de que lo has conseguido.
Esta competición, que el pasado domingo alcanzó su trigésima edición, es una buena elección para todos los que decidan disputar su primera carrera de estas características. Con un trazado llano en general, aunque no exento de tramos en ascenso que castigan a fondo las piernas, la Media Maratón Babilafuente – Salamanca se ha convertido en una cita ineludible para los atletas populares salmantinos y de ciudades cercanas.
Ahora, casi una semana después, ya sin dolor en las piernas y pensando en retos futuros, tengo en la cabeza cada zancada que di en la carrera. Esos primeros kilómetros en los que me obligué a dosificar. Los gritos de ánimo de mis compañeros cuando la carretera se ponía juguetona y picaba para arriba. Los avituallamientos en los que el agua milagrosa te hacia olvidar por segundos la paliza que llevabas encima.
Y recuerdo, por encima de todo, lo importante que es la energía que insufla el público para evitar rendirte en los últimos metros. A pesar de que el tiempo no fue excesivamente bueno (1:52:10), de que la posición final me sitúa entre los más lentos de la carrera (el 612 de 770), sólo por sentir esos aplausos de la gente merece la pena hacerlo.
Y por muchas cosas más. Por los ánimos de los que te conocen, que hacen que saques fuerzas que no tenías para hacer un simulacro de sprint en los momentos finales. Por el abrazo sincero con tus amigos, en el que sin decir nada (porque no te queda aire), lo dices todo. Y, por qué no decirlo, también por las copas de después para celebrarlo. Por todo eso y mucho más, ahora sé que repetiré la aventura. Que trataré de volverme a superar. Que esta media maratón sólo es el principio de una larga lista de retos conseguidos.
3/10/13 at 21:13
Oscar Que ese espiritu de superacin se extienda a todos los campos y no te abandone nunca. ADMIRABLE!! Y me quedo corto. Esas cigeas estaban cerca de Vecinos este verano Abrazo Jos A. Date: Thu, 3 Oct 2013 19:02:11 +0000 To: jagh360@hotmail.com
21/03/14 at 16:11
[…] dosmil, el Moncayo, fue ilusión. La subida al Tozal de Guara significó esfuerzo. Mi debut en una media maratón, superación. Y el tercer dosmil de mi vida, el Pico Peñarroya, lo conquisté por perseverancia. […]
20/02/15 at 21:46
[…] un año y cinco meses escribía en este mismo blog un artículo acerca de mi primera media maratón. Lo conté como una heroicidad difícilmente superable. El límite de mis fuerzas. Aquella mañana […]