Cuando yo nací, mis padres decidieron no bautizarme. Me vieron pequeño, gordo y con la cabeza como un cono y dijeron: «Que elija él”. Esa fue su decisión y nunca les estaré lo suficientemente agradecido. Me siento orgulloso de ellos por dejarme ser lo que yo quiera ser (primero ateo y luego todo lo demás), por permitirme ser una persona autónoma y libre en mis pensamientos y elecciones
Todo esto viene porque hace una semana que terminó la Semana Santa, es decir, cuando los que dicen ser creyentes, cristianos y devotos se echan a la calle a adorar a su Dios. Esos días en los que el padre putero y la madre amargada de la vida salen de su casa e intentan dar una imagen de familia feliz al son de la felicidad que aflora por los cuatro costados porque son los días del Señor.
Para mucha gente la Semana Santa significa eso: amor, cariño, compasión. Espero que los que lloran porque su cofradía se queda en la iglesia por la lluvia, también derramen lágrimas cuando ven en la tele a un pobre niño de Etiopía muriéndose de hambre. Se ve que a ese no le acompaña el mismo Dios y, si es el mismo, resulta demasiado selectivo.
“Respeta, tienes que respetarles”, me dicen. Y lo hago. Pero ellos a mí no. Ellos, por ejemplo, siguen prohibiendo la procesión de los ateos. Hasta donde yo sé este es un país aconfesional (según la RAE: que no pertenece o está adscrito a ninguna confesión religiosa), por eso no entiendo cómo España puede paralizarse por la Semana Santa.
No alcanzo a comprender que algunos cofrades vivan pensando en el día que deben salir a procesionar (qué palabra más fea). Para ellos significa unirse a ese Dios que es buenísimo. Si llueve es mala suerte, si no caen gotas es que el Señor les ayuda.
Ahora me acuerdo de un episodio de Los Simpsons, lo cuento para los que no lo hayan visto. A grandes rasgos, y no con las palabras exactas, esto es lo que sucede: Homer decide no ir a la iglesia un domingo, se tira en su sofá y la casa (después de una serie de desgraciadas desdichas) se incendia; entonces Flanders le salva de morir entre las llamas y le dice: “El señor te ha salvado”, y Homer responde: “No, el señor ha incendiado mi casa”. Pues eso, que depende cómo se mire.
Aunque en el fondo debo decir que ser creyente es una maravilla, a veces me pregunto por qué no lo seré. Cuando yo hago algo malo lo paso mal, me martilleo el cerebro con el arrepentimiento, siento que he obrado (esta palabra les encanta) de malas maneras, paso días realmente difíciles. Ellos no, los creyentes digo; ellos se acercan a la iglesia, se ponen de rodillas, se confiesan y ya está, ¡¡hala todo arreglado!!, joder, es que es un chollo.
Un año más he acabado hasta los hu…. de la Semana Santa. Porque me harta no poder dar un paseo tranquilo por las calles de Zaragoza (esto es aplicable a todas las ciudades de España), porque el viernes pasado casi no llego al cine por no poder cruzar una calle, porque los tambores retumban en mi ventana a horas intempestivas, porque, gracias a Dios, soy ateo.
2/05/12 at 20:19
Yo también
19/09/14 at 18:50
Yo no soy ateo porque nunca me descrei de nada, nunca creí .,
Inmensos recuerdos cuando eras pequeño tu padre ,tu madre ,tus tíos…etc etc un saludo afectuoso desde Salamanca
8/03/15 at 20:46
[…] sobre política internacional”; también la debilitan los ingentes ingresos de la Monarquía o la Iglesia, por cierto, los mismos que comparaban a un bebe con un lince para condenar el aborto y que […]
16/04/17 at 20:16
[…] no quiero hablar de la Semana Santa –ya lo hice en su momento-, sino de dos asuntos que están ocupando muchas páginas y horas informativas en Aragón en las […]
7/01/22 at 11:37
[…] eso les pasa a las mujeres, porque sí, la naturaleza y la biología son machistas. Yo soy ateo (y sigo sin creer), así que no culparé a Dios de […]