Si fuera una persona sería de las que siempre están dispuestas a dar un abrazo o un consejo. Buena gente. Presta para escucharnos y transmitir calma; quietud. Es eso lo que se siente al pasear por las calles de esta preciosa ciudad extremeña: sosiego, reposo. Vecina de Portugal, al oeste de España se halla Cáceres. Una localidad de casi 100.000 habitantes que, sin duda, no ostenta la fama que amerita por su belleza. Pero así está bien. Es parte de su encanto.
Cáceres merece una visita por muchas razones. Una de ellas, puede que la principal para algunos, es el casco antiguo. La sempiterna serenidad que transmite la urbe alcanza su máximo protagonismo hollando las calles de su Ciudad Vieja. Magnífica huella del Renacimiento y la Edad Media, que fue declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1986. La nula masificación turística hace que pasear por sus estrechas arterías sea aún más placentero.
Y no hay mejor manera de hacerlo que caminando sin rumbo. Sin mapas ni objetivos. Disfrutando del serpenteante laberinto que las calles dibujan sin más pretensión que doblar la siguiente esquina. Cada persona ha de perfilar su recorrido. Variarlo a su antojo. Después puede recurrir al plano y descubrir las calles que ha pisado. Será un itinerario único. El que sus pies sin trabas osaron trazar. Este fue el mío:
Descubriendo la Ciudad Vieja de Cáceres
El Camino Llano, en la parte sur de la Plaza Mayor, me pareció un buen lugar para empezar. Artería clave de la ciudad extremeña e inmejorable preludio de lo que está por venir. La calle Rosa de Luna a la derecha, ahora Pizarro de nuevo a la diestra; se percibe ya el encanto de la parte vieja.
Surgen las calles de invisible final. Zigzagueantes y angostas vías que rematan en una plaza, iglesia o enjuta escalinata. Siempre una sorpresa al torcer la esquina; detrás de cada curva. Edificios de otro tiempo se mezclan de forma espontánea con modernos bares. Palmeras que dan la bienvenida; extrañamente numerosas en esta ciudad.
Fotografié mentalmente la imagen del Santuario de Nuestra Señora de la Montaña desde la plaza de las Veletas. Allí se encuentra además el Palacio de las Veletas, actual Museo de Cáceres, que alberga El Aljibe. Un día después cambié posiciones: desde La Montaña admiré Cáceres. Hacerlo también es inexcusable.
No lejos de ese lugar, y tras recorrer la calle Rincón de Monja, divisé la Iglesia de San Jorge, situada en la plaza homónima. Allí se emplaza cada año uno de los escenarios del World of Music, Arts and Dance (Womad); el festival que convierte a esta localidad de Extremadura en el centro mundial de la música y las artes.
Ulteriormente descendí hasta la plaza de Santa María, donde tropecé con la Catedral y el Palacio Episcopal. Decidí que era un buen momento para llegar a la Plaza Mayor; entonces dirigí mis pasos, conscientemente durante unos metros, para recorrer la calle Adarve y accedí a ella por el Arco de la Estrella. Lugar en el que se obtiene, probablemente, la mejor fotografía del coso cacereño. Grabé esa estampa, física y tecnológicamente.
La Plaza Mayor de Cáceres se erigió en el siglo XIV y, en 2011, fue sometida a una remodelación que la transformo en un espacio absolutamente peatonal. Níveas construcciones enmarcan este lugar de encuentro para caminantes (autóctonos y no). (La fotografía no hace justicia).
Aquí podría dar por finalizado mi paseo. Una meta incomparable. O quizás debiera entrar de nuevo en el laberinto y descubrir un nuevo cenobio, otra placita. A lo mejor una fuente. Elegir cualquiera de las ceñidas calles y describir un itinerario al albur de la intuición.
Finalmente resolví seguir caminando. Opté por la zona opuesta al Arco de la Estrella. Allí, Cáceres me mostró una cara más comercial: bares, hoteles, restaurantes, tiendas. Una caña más tarde regresé a la plaza. No hay mejor manera de salir de ella que hacerlo por la calle Pintores; una de las vías más transitadas de la ciudad. Recorrerla es, casi, una obligación. Al final de ella encontré la plaza de San Juan y la parroquia del mismo nombre.
Ahora sí. Era el momento de dar por terminada mi excursión por la maravillosa Ciudad Vieja de Cáceres. Pero no mi paseo. Había, al menos, un lugar más de obligada visita. Y no estaba lejos. Allá donde muere la calle San Antón, nace el Parque de Cánovas. Otro símbolo de la ciudad.
Verde y amarrillo. Cetrino y azafranado. Colorido y floral. Un espacio ideal para relajarse, pasear, descansar… No vislumbré una mejor culminación.
Cáceres, los cacereños y las cacereñas
Sentado en uno de los bancos de Cánovas hago resumen. He visto plazas, iglesias, palmeras, estrechas calles, coquetos parques y empinadas escaleras. Bares, tiendas, restaurantes y hoteles. Palacios y arcos. Y me he cruzado con cacereños y cacereñas.
Porque tan atractivo es el patrimonio histórico y cultural de Cáceres, como el valor humano de sus habitantes. Por ello, cuando empezó a caer la noche quise mezclarme con ellos. Y no hay mejor lugar para hacerlo que en los bares. Pero los de toda la vida. Los que frecuentan los lugareños. Cañas, migas, un vinito de pitarra… Y lo que surja.
Cáceres es esto y mucho más. Es muchas veces en una. Tantas como recorridos distintos seamos capaces de pergeñar. Elegirla como destino de viaje es un acierto seguro. Cáceres y sus gentes siempre nos recibirán con los brazos abiertos. ¡Lo dice hasta The New York Times!
19/01/15 at 13:24
Buenos dias Óscar. Ayer intenté escribir un comentario a tu estupendo artículo sobre Cáceres pero al haber dejado el correo de la Fundación y utilizar el personal de gmail WordPress no me deja. Así es que te lo envío personalmente. Muy bueno tu artículo, en este caso se ve que conoces Cáceres y que te gusta.Un placer su lectura y confío en que si lo leen personas que no conozcan Cáceres les lleve a visitarla. Un abrazo y a ver si soluciono lo de la conexión con WordPress.
31/01/15 at 17:19
Querido Oscar. Me gusto mucho tu articulo y las fotos. La última vez que estuve en Caceres fue cuando operé a Olmo. Estuvimos solo dos días y me sorprendió la cantidad de verde, arbolado, jardines..Compara con Salamanca regida inmemorialmente por arboricidas.
Echo de menos que no hables de lo muy bien que se come, a buen precio, en preciosos bares y restaurantes. Como ya conocía bastante bien la ciudad me dedique a disfrutar intensamente de la manduca
14/04/20 at 20:41
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