Mi camino hacia el Maratón de Sevilla 2015

Hace un año y cinco meses escribía en este mismo blog un artículo acerca de mi primera media maratón. Lo conté como una heroicidad difícilmente superable. El límite de mis fuerzas. Aquella mañana del 29 de septiembre de 2013, mientras recorría los interminables 21.097 metros que, al menos ese día, separaron Babilafuente de Salamanca, pulularon miles de sensaciones por mi cabeza.

Muchas de ellas podrían barruntar que era un final, la culminación. El objetivo cumplido. En aquel momento no precisaba retos más ambiciosos; tampoco me veía capaz de superarlos. Durante la carrera interioricé que no era factible un mayor esfuerzo. Mi meta era aquella. ¿Para qué otear otras?

Pero poco duró ese pensamiento; solo cuatro días después, mientras traspasaba, aún alterado, mis experiencias al teclado del ordenador, ya sabía que habría más líneas de llegada. Disparejos desafíos. Esa media maratón solo fue el pistoletazo de salida.

El corolario a este generoso preámbulo se escribe hoy, 20 de febrero de 2015: las maletas esperan en la puerta; estoy nervioso y atenazado. Excitado e inquieto. Emocionado. En solo unas horas me montaré en un tren: dentro de dos días correré mi primer maratón, el Maratón de Sevilla 2015.

Maratón de Sevilla. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Escribir siempre me distrajo. Y eso me vendrá bien ahora. Salto al pasado cercano y no soy capaz de ubicar con exactitud el germen de todo este dislate. Fue algo que creció con naturalidad. De forma casi espontánea.

Los mismos que aquella mañana de septiembre cruzamos la meta en Salamanca nos retroalimentamos: Francisco Dopico Calvo, Luis Ángel Miguel Ronco, Manuel Rodríguez Galán, Sergio Soler Martín y un servidor. La locura de uno era la reflexión cabal del otro. El “no” sin ambages del lunes era un “ya veremos” a mitad de semana y una tajante afirmación al morir el domingo. Unos a otros nos convencimos hasta que las dudas se disiparon.

maraton sevilla

Los meses de verano sirvieron para concienciarnos. Conocíamos el fin, pero solo acertábamos a bosquejar el camino. Debíamos elegir cómo andarlo. Finalmente, tres de nosotros optamos por un entrenador personal; otros dos decidieron ser autodidactas. Lo importante es la meta, cada uno a su manera ha ido esquivando los obstáculos intermedios.

Y el 30 de septiembre del año pasado, con el primer entrenamiento, comenzó todo. Un antes y un después en nuestras vidas. Ya no se trataba de salir a correr de vez en cuando. Teníamos un entrenador y un plan que seguir. Un reto realmente ambicioso que nos exigía ímprobos esfuerzos.

Comenzamos a convivir con pesas, mancuernas, balones de fitball, bandas elásticas y demás accesorios antaño desconocidos. Nos preocupamos por la pisada, la posición al correr, la alimentación, las pulsaciones, el tejido de las camisetas, los pantalones, las mallas y los calcetines. Buscamos información sobre cómo respirar en carrera; casi siempre Carlos Serrano Heras (el entrenador), y San Google en otras ocasiones, nos explicó cómo hacer remo al pecho para dorsal, press pectoral en banco plano, curl bíceps alterno, carrera metabólica o ejercicio propioceptivo. Inquirimos acerca de los geles, las bebidas isotónicas, la vaselina o las cápsulas de electrolitos con sales minerales.

maraton sevilla 2015

Comenzamos a hacer cosas que parecían imposibles meses atrás: los viernes ya no eran días de cerveza y gin-tonics (al menos no todos) sino de fruta e hidratos de carbono. Madrugamos los sábados para desayunar dos horas antes de entrenar. ¡¡Con lo que nosotros hemos sido, chavales!!

En los albores todo era ilusión. Alegría. No tardo, sin embargo, en aparecer el cansancio, las sobrecargas y los dolores. Tampoco se hicieron de rogar frases como “¿quién me mandará?”, “con lo a gusto que yo vivía”, “yo paso” o “se nos ha ido de las manos”.

Los malos momentos se soslayaban con una llamada de teléfono o unos cuantos mensajes de wasap. Todo dependía de la magnitud del bajón. Divisábamos lo que se nos venía encima y entraba el miedo. ¿Estaremos a la altura? ¿Aguantaremos este nivel de exigencia? El alborozo pretérito se tornaba pánico. Pero pronto volvíamos al estado anterior.

Pasaban los días y los entrenamientos eran cada vez más exigentes. Con mayor o menor sufrimiento continuábamos dando pasos firmes en la dirección correcta, pero todavía quedaba mucho. Aún estaba lejano el horizonte.

Y entonces llegó Navidad. Tres meses ya de entrenos, casi, diarios. Dejarlo no era una opción. Nuestros temores comenzaban a ser otros: lesiones, enfermedades y, al menos en mi caso, los excesos navideños. Terror les tenía. Que me conozco. ¿Merecía la pena arriesgarse a tirarlo todo por la borda por cinco buenas fiestas? Obviamente, no. Al final solo fueron dos. Por suerte las piernas, el hígado y los pulmones siguieron funcionando a la perfección tras “tan entrañables” fechas.

Los dos últimos meses antes del Maratón de Sevilla 2015

En enero encarábamos la recta final. Menos de dos meses para el ansiado momento. La más liviana molestia nos intranquilizaba. Una lesión en ese momento daría al traste con meses de intenso trabajo. Entrenador, fisioterapeuta y demás expertos se hartaban de decirnos que era normal: “¿Cómo no vais a tener dolores si lleváis más de tres meses entrenando una media de cinco días a la semana?

Era un baile frenético. Del temor pasábamos a la exaltación. De la preocupación al entusiasmo. A mediados de enero entramos en la fase más dura. Debíamos ser tenaces y constantes. Tercos. Resistentes física y mentalmente. Entrenamientos de 30 kilómetros. Semanas de más de 80. Si conseguíamos superarlo estaríamos muy cerca. Por primera vez vislumbrábamos el éxito. Nos veíamos capaces.

Superados estos días trascendentales llegó febrero. El mes. Sevilla estaba realmente cerca. La intensidad de los entrenamientos, aunque algo más baja, se mantuvo en parámetros significativos.

Empezamos a hacer ya uso de esa fuerza mental que tanto ha de ayudarnos en el asfalto hispalense. Los gabinetes de crisis virtuales se repetían con demasiada asiduidad: “Estoy harto”, “ya no puedo más”, “no es tema físico, es que estoy hasta los… de entrenar”. Las palabras de ánimo adquirieron una importancia oculta hasta entonces.

Lluvia, nieve, viento y frío nos habían acompañado más de una vez. Solo nosotros sabíamos que merecía la pena. Por las calles de Salamanca, Ciudad Rodrigo, Burgos o Zaragoza fuimos empujando un sueño que a punto está de hacerse realidad.

camino maraton sevilla

Convencidos de que la hora de rendirse ya había pasado, entramos en las dos últimas semanas y, de nuevo, las frases cambiaron: “Ya hemos hecho lo más complicado”, “ahora solo es mantener”, “hay que tener cuidado con las lesiones”. Gradualmente iba aflorando un hormigueo en el estómago. Mezcolanza de miedo, ilusión y nervios.

Llegaron entonces los últimos siete días. Si durante los 150 anteriores, gran parte de nuestra vida giró en derredor del Maratón de Sevilla; en la semana final era complicado sacarlo de la cabeza (al menos en mi caso). El miedo a sufrir una lesión se tornó en verdadero terror. Hicimos de la frase “el trabajo ya está hecho” una suerte de mantra que alejaba de nosotros el más mínimo atisbo de carga de conciencia por saltarnos un entrenamiento.

Sin dejar de lado por completo la preparación física, cobró especial importancia el trabajo psicológico. Tan importante uno como otro, según los expertos. El maratón estaba presente en todo momento. En cada reflexión, en cada acción rutinaria. Las preocupaciones externas a la carrera perdieron peso. Era difícil dejar de pensar en zapatillas, calcetines o geles

Los días pasaban y crecía la tensión. Preparar la ropa de la carrera, revisar los billetes de AVE, buscar información del recorrido, de los avituallamientos, reservar mesa en un italiano para el sábado. No era fácil pensar en otra cosa. Tampoco lo intenté.

El jueves hice el último entreno después de, aproximadamente, 85. Tantas horas corriendo en solitario sirvieron para conocerme mejor. Para hablarme hasta aburrirme. Hasta mandarme callar. Arreglé el mundo en múltiples ocasiones entre zancada y zancada, visualicé oníricos futuros profesionales (quizás los haya alcanzado), divisé nuevos retos que espero cumplir y vituperé en silencio a unos cuantos. Casi 900 kilómetros de entrenamiento dan para mucho.

Llegó la hora

Y llegamos al presente. Al directo. Quedan menos de 48 horas y me cuestiono si merece la pena tanto esfuerzo. Encuentro rápido la respuesta: sí. De momento sigo nervioso. Creo que más que al empezar a escribir. Por detrás quedan cinco meses de sacrificio. De buenos y malos momentos. Alegrías, tristezas, inquietudes y emociones a partes iguales. ¿Para qué? Ojalá que para cumplir el objetivo.

Algunas sensaciones se asemejan a las de mi primera media maratón, pero con una gran diferencia: ahora sé, con absoluta seguridad, que no será el fin.

Acerca de Óscar Fernández Civieta

Nací en Salamanca el 22 de junio de 1979. Desde julio de 2011 vivo en Zaragoza, así que me considero mañico de adopción. Soy licenciado en Periodismo y diplomado en Turismo. He sido becario en El Periódico de Aragón, sufrí una beca en Aragón Press-Aragón Digital y tuve el gran placer de hacer las prácticas de la carrera en el programa "Mundo Solidario" de Radio Exterior de España. En 2010, mientras cursaba 5º de Periodismo en Argentina, colaboré con el programa "Hombres al Aire" de FM Zonica (Vicente López, Buenos Aires). Durante cuatro años he sido redactor jefe en la edición aragonesa de eldiario.es. Actualmente, soy periodista freelance: escribo en La Marea, AraInfo y Business Insider España. Colaboro con el programa "Despierta Aragón" (Aragón Radio) y con "Buenos Días" y "Aquí y Ahora", de Aragón Televisión. Además, soy redactor en webs y blogs de diversa temática. Si quiere saber algo más sobre mi vida profesional, en este blog encontrará mi currículum actualizado. Además, en la pestaña de 'Ámbito profesional' puede ver algunas muestras de mi trabajo. Ver todas las entradas de Óscar Fernández Civieta

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